EL GUERRERO DEL ANTIFAZ

EL GUERRERO DEL ANTIFAZ

El Guerrero del Antifaz entre moros y cristianos

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En marzo de 1981 apareció el primer ejemplar de la colección "El guerrero del Antifaz" en tomos que contenían cuatro ejemlares empezando lógicamente por el número uno. Se trata de la colección "Homenaje a Manuel Gago" y en en los primeros ejemplares la Editorial Valenciana publicó en las contraportadas artículos acerca de este artista. Reproducimos aquí el segundo artículo (Homenaje a Gago número 2) sobre la manera de hacer de M. Gago, su estilo y aprendizaje, titulado:

Su formación y capacidad de trabajo

Es indudable que la afición a crear y dibujar historietas nace en Manolo Gago al ver aquellas aven­turas americanas que reproducían las publicaciones infantiles por los años de su niñez. Quede por descon­tado que él no inventa la historieta, como tampoco la inventaron aquellos dibujantes que despertaron su vo­cación. Pero sí utiliza aquella técnica de cine estático y satura más sus guiones, amplía su grafismo y multiplica las secuencias de luchas y persecuciones, prolongando el suspense -de si el héroe será alcanzado o vencido- para dar mayor emoción a la aventura. Fue quizá su experiencia, como lector de tebeos de aventuras ameri­canas, la que le induce a pensar que aquellos guiones, tan magistralmente . ilustrados, quedan fríos para la comprensión popular española, que, hasta hacía muy poco, se había deleitado con los folletones de Fernández y González, Rafael del Castillo, Luis de Val, Enrique Pérez Escrich y, en la radio, se prodigaban los seriales lacrimógenos que tan felices hacían a los españoles.

Consciente de que la imagen debía estar suficiente­mente encadenada para que se comprendiese la historia con el mínimo de texto -lo que permitía lograr mayor audiencia-, consigue que el lector vea cómo andan, corren y se revuelven sus personajes, sin que los pierda nunca. Esto supone un mayor esfuerzo, pero Manolo Gago no lo regatea.

EL GUERRERO DEL ANTIFAZ Y CENTELLA

No fue dibujante que ilustrara , un texto, sino dibujante que explicaba la aventura a través de la imagen. Si bien un dibujante americano, por ejemplo, se limita a ilustrar unos guiones y somete el escenario y movimiento de las figuras a las exigencias del libreto, Manolo Gago lo hace más difícil: somete el guión a los caprichosos y excitantes movimientos de sus figuras. Claro, él se lo guisa y él se lo come. Entiende que así sirve mejor a sus lectores.

Manolo Gago, que indudablemente se sintió influen­ciado por los maestros del cómic, no los copió. Pudo hacerlo, pero no lo hizo. No encontraréis en él nada que se parezca a ninguno de aquellos dibujantes. El ha de desprenderse del academicismo para significar mejor el movimiento y reposo de sus personajes. Traslada las escenas al papel, la mayoría de las veces directamente a tinta, sin que previamente haya trazado el dibujo a lápiz. Dibuja con afección, viviendo cada secuencia, sintiendo los movimientos de sus personajes, estirando sus ana­tomías cuando ha de significar el esfuerzo, para transmitir mejor a los lectores la vibración del cambio de posición de un cuerpo que combate.

Todo esto fue así en Manolo Gago, por la necesidad de servir a su fervorosa imaginación como guionista. Su tremenda capacidad de trabajo le permitía hacer tres o cuatro cuadernos a la vez y diferentes. Un GUERRERO DEL ANTIFAZ moviéndose en la España de la Recon­quista; EL PEQUEÑO LUCHADOR, en el más puro ambiente del Oeste Americano; PURK, EL HOMBRE DE PIEDRA, discurriendo por los escenarios del Paleo­lítico, y EL ESPADACHIN ENMASCARADO a caballo entre los Austrias y los Borbones. Y es capaz, a la vez de dibujarlos, de pergeñar los guiones de tan diferentes épocas y aventuras sin que nunca, en ninguno de ellos, se pierda el interés por la historia ni se le escapen detalles u olvide de algún personaje. No, no puede escapársele. Cuando un hombre siente su profesión y es actor y director de su propia obra, sólo vive para ella, se siente físico y alma de sus propios personajes, es cada uno de ellos cuando los está interpretando. Manolo Gago era así, indudablemente. Disfrutaba trabajando, y esto le daba esa tremenda resistencia que le permitía realizar su obra, esos tres o cuatro cuadernos que escribió y dibujó cada semana.

J. Soriano Izquierdo para el número 2 de la colección HOMENAJE A MANUEL GAGO.



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