EL GUERRERO DEL ANTIFAZ

I N T U I T I V O

El Guerrero del Antifaz entre moros y cristianos

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En marzo de 1981 apareció el primer ejemplar de la colección "El guerrero del Antifaz" en tomos que contenían entre cinco y siete aventuras empezando lógicamente por el número uno. Se trata de la colección "Homenaje a Manuel Gago" y en varios de los ejemplares la Editorial Valenciana publicó en las contraportadas artículos acerca de este artista.

Intuitivo

Desde que el hombre vive en cavernas y practica la caza y la pesca, fabrica puntas de silex, flechas de hueso, dardos, arpones dentados, arcos para propulsar flechas y trampas distintas, ya desarrolla un arte. Graba sobre arcilla, hueso, cantos rodados y pinta las paredes de las cuevas. Lo hacen por un impulso que nace de ellos y los manifiesta como artistas. El impulso que a otros incita a la caza, a observar el crecimiento de las plantas y a valerse de ellas, la utilización de los animales, a diferenciar los sonidos que significan cosas o sentimientos, era intuitivo. Necesidad de ser, de superarse, de asociación para manifiestas las impresiones de sus sentidos, autodidactas.

Y cuando comunicaron sus conocimientos, surgieron las escuelas, el poder, la riqueza y las clases: dominantes y dominados. Sólo tenían acceso al conocimiento los avasalladores. Los sometidos servían para trabajar o morir defendiendo el poder de quien los sometía. Claro que, desde entonces acá, se ha progresado mucho y los conocimientos se imparten a mucha, muchísima gente; pero siguen sin llegar a muchos que, si quieren ser, han de estudiar por sí mismos.

Con todo esto trato de explicar que aún existen, pese al tremendo progreso que está malhiriendo al mundo, hombres y mujeres, naturalmente, que han de luchar solos, como fieras y sin medios, para manifestar sus inteligencias.

Manolo Gago fue uno de esos. Por avatares de su existencia -una guerra que nunca tuvo razón de ser y una posguerra que condicionó su juventud-, y tuvo que aprender por si solo. Estudiando cuando ve, dibujando sin que nadie le ayude a clasificar y componer sus dibujos. Teniendo por maestros aquellos que le cautivaron por la visión de sus historietas e intuyendo la necesidad de que las narraciones no queden con cabos sueltos o lagunas que susciten la duda o pérdida del proceso argumental. Para ello se entregó a una tenaz labor de ilustración en la que texto e imagen diesen exactas las situaciones y los conceptos.

Casi no deja nada a merced de la interpretación de los lectores; sólo las que suponen el paso del tiempo, que comen, han andado, dormido, y aún en muchísimas escenas que la acción reclama, muestra a sus personajes realizando dichas funciones. Y esto, teniendo en cuenta que, durante el desarrollo de la historia va engarzando otra y otras aventuras, puede comprender el lector el tremendo esfuerzo que supuso para Manuel Gago el no perder nunca la continuidad de ninguna de ellas. Y, lo que era más difícil, lograr que todas, todas interesen a sus seguidores.

J. Soriano Izquierdo para el número 22 de la colección HOMENAJE A MANUEL GAGO.



EL GUERRERO DEL ANTIFAZ

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