EL GUERRERO DEL ANTIFAZ

L O S    O L V I D O S

El Guerrero del Antifaz entre moros y cristianos

Visión óptima con Internet Explorer a 1024 x 768


En marzo de 1981 apareció el primer ejemplar de la colección "El guerrero del Antifaz" en tomos que contenían entre cinco y siete aventuras empezando lógicamente por el número uno. Se trata de la colección "Homenaje a Manuel Gago" y en varios de los ejemplares la Editorial Valenciana publicó en las contraportadas artículos acerca de este artista.

Los olvidos

En esta clase de aventuras, en las que intervienen tantos y tantos personajes -más de doscientos principales en el curso de toda la obra-, ha de tenerse mucho cuidado en no olvidar a ninguno, de no dejar "colgado" a algunos de ellos. Esto requiere una técnica que Manuel Gago utilizó con mucha precisión y cuidado, quizá recordando lo que le ocurrió, a principio de siglo, a un famoso escritor de novelas de entregas. Estas se vendían por entregas de folletones semanales a los subscriptores, abonados que solían ser porteras, criadas de servicio -que ahora llaman empleadas del hogar-, planchadoras, sastresas, corseteras, peinadoras, modistas y otras y otros, que también se filtraban en los talleres de los hombres. Causaban furor y, en los obradores femeninos, se lloraba a lágrima viva oyendo la lectura de aquellas tragedias. Tanto era así, que muchas señoras muy linajudas se las procuraban por mediación de la portera o las sirvientas. Pero vayamos a la anécdota que tanto preocupaba a Manolo Gago.

A uno de aquellos famosos novelistas se le olvidó un perro -de capital importancia en el argumento- que acompañaba al protagonistas. Y, cuando dio cuenta de ello, pasados cerca de veinte capítulos, lo hizo aparecer llamando con la pata a la puerta de la vivienda de aquel personaje. El pobre perro había encontrado ¡por fin! la casa de su amo. Pero, lo que no explicó nunca el novelista fue como el perro había logrado llegar desde Cuba a España.

Preocupaba mucho a Manolo Gago que pudiese ocurrirle algo parecido con algunos de sus personajes y me contó que, en una ocasión, por extraviársele el apunte que se lo recordaba, se olvidó de Fernando al que había dejado colgado de un árbol sobre un precipicio, en poder de los secuaces de Alí Kan. Pero era un personaje demasiado principal para olvidarle y pudo subsanar a tiempo.

Se precisa mucho cuidado para no incurrir en olvidos de situaciones o personajes, en ese tejer y destejer de tantos y tantos motivos y situaciones. Y fue precisamente en este aspecto donde Manuel Gago nos mostró su gran capacidad para conectar las más emocionantes e inaplazables situaciones con aquellas que necesitaba recordar a los lectores para justificar la razón o el empeño de los protagonistas en determinadas hazañas.

Ello obligaba al dibujante, en una trama tan densa, a una cuidadosa labor de anotaciones para, al entregar un episodio para su publicación, tener constancia de la situación en que habían quedado los personajes, cómo vestían, dónde se hallaban y lo que hacían.

Y, pese a toda esa pulcritud en tenerlo todo anotado, por su afán de dar más y más, prolongando secuencias que entendía proporcionaban más intriga e interés al argumento, incurrió en "olvidos" casi imperceptibles, pero que a nuestro inolvidable Manuel Gago le quitaron muchas veces el sueño. Seguro que el lector no los ha notado.

J. Soriano Izquierdo para el número 23 de la colección HOMENAJE A MANUEL GAGO.



EL GUERRERO DEL ANTIFAZ

Envia tus mensajes a mi dirección de E-MAIL:
MBAYONA@teleline.es

(C) Copyright Mariano Bayona Estradera - 2004