EL GUERRERO DEL ANTIFAZ

C E N S U R A    Y    C E N S O R E S

El Guerrero del Antifaz entre moros y cristianos

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En marzo de 1981 apareció el primer ejemplar de la colección "El guerrero del Antifaz" en tomos que contenían entre cinco y siete aventuras empezando lógicamente por el número uno. Se trata de la colección "Homenaje a Manuel Gago" y en varios de los ejemplares la Editorial Valenciana publicó en las contraportadas artículos acerca de este artista.

Censura y censores

Me referí en otra ocasión a la censura que, con sus trabas e impedimentos, condicionaron la obra de Manuel Gago. Pero también es cierto que pese a ella, que frustró sus primeras aventuras _Motopi King, Richard y Bakuto, Espíritu de la Selva y Diego de Acuña, que no pasaron de su segundo episodio-, Gago acabó por conocerla bien y, a fuerza de reveses, logró navegar por el fiordo que constituían las prohibiciones de aquel sistema.

Prueba de ello son los éxitos de sus colecciones LA PANDILLA DE LOS SIETE, que alcanza a publicar ochenta y cuatro episodios. Los ochenta y seis de EL HIJO DE LA JUNGLA; PURK, EL HOMBRE DE PIEDRA, que llega a los doscientos diez; EL PEQUEÑO LUCHADOR que llegó a los doscientos treinta, y EL ESPADACHIN ENMASCARADO -que se publica de nuevo con gran aceptación-, que superó los doscientos cincuenta ejemplares. Y, naturalmente, EL GUERRERO DEL ANTIFAZ, que, en su primer época, alcanzó los seiscientos sesenta y tantos. También hubo títulos que, por una u otra causa, apenas si llegaron a los cincuenta episodios.

Había que sortear a la censura con tanto ingenio como el necesario para pergeñar las historias. Una simple calavera, sobre un pedrusco en una cueva de piratas, estuvo a punto de llevar al traste a una famosa serie. Armó tal cataclismo que casi costó el empleo al delegado que autorizó la publicación de aquella portada.

Todos los que trabajábamos para las publicaciones infantiles y juveniles nos sometíamos a unas normas establecidas por el entonces Ministerio de Información y Turismo. Unas normas aprendidas hasta la saciedad que, en muchos casos, era motivo de pesadilla por lo que suponía su incumplimiento; pero no eran ellas las temidas. Lo que a editores, guionistas y dibujantes llevaba por la cuesta del calvario, era la interpretación que de ellas se hacía por ciertos delegados, temerosos de perder su empleo. Ello motivaba, si el alcance de tolerancia era de cien, que apenas se llegase a cincuenta, Así, hubo ejércitos que luchaban a puñetazos, hombres del paleolítico vestidos hasta la garganta, malos que siempre morían por accidente, y no digamos las manifestaciones amorosas. En una ocasión se tuvo que separar los rostros de ana María y el Guerrero porque parecía que iban a besarse.

Aún así ahí está su obra llena de interés, de pasión y emociones, pese a los bandazos que tuvo que dar para salvar todos los escollos. Y es que, hasta para eso, Manuel Gago fue un superdotado.

J. Soriano Izquierdo para el número 33 de la colección HOMENAJE A MANUEL GAGO.

Diferenciar la censura de la primera etapa de 668 cuadernos con la censura de la reedición de esos mismos cuadernos en color, que es donde se llega a caer en lo más absurdo y aberrante. Resultó mucho peor la censura de 1972 a 1978 que la de 1943 a 1966.



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