EL GUERRERO DEL ANTIFAZ

L A   R E P R E S I O N

El Guerrero del Antifaz entre moros y cristianos

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En marzo de 1981 apareció el primer ejemplar de la colección "El guerrero del Antifaz" en tomos que contenían entre cinco y siete aventuras empezando lógicamente por el número uno. Se trata de la colección "Homenaje a Manuel Gago" y en varios de los ejemplares la Editorial Valenciana publicó en las contraportadas artículos acerca de este artista.

La represión

Me he referido en otras ocasiones a la gran represión sexual que condicionaba la vida bajo el régimen en que por suerte o desgracia le correspondió trabajar a Manuel Gago.

Y he dicho por suerte o desgracia porque deduzco que, sin él, quizá aquella extraordinaria facultad de Gago para describir los amores de sus protagonistas en aquel tremendo mar lleno de escollos y prohibiciones, nos habría privado de conocer su prodigiosa habilidad para sortearla.

Gago se atrevió desde los primeros momentos a mostrarnos a la mujer, como esposa raptada, llena de irreprimibles sentimientos amorosos e incluso como amante. Y esto suponía un auténtico desafío al sistema imperante. En cambio, en otras ediciones aventureras que se publicaban entonces, y me refiero a las creadas y publicadas por guionistas y dibujantes españoles, sus protagonistas nunca aparecían acompañados por mujeres. Esto dio motivo a que en Francia, y por españoles en el exilio, interpretando falsamente la situación que lo propiciaba, se parodiase una aventura protagonizada por un acreditado detective español y su ayudante, por la constante ausencia de trato con mujeres, al margen de la aventura, de que se los tratase de homosexuales.

También EL GUERRERO DEL ANTIFAZ, pese a las constantes insinuaciones amorosas a que se atrevía Manuel Gago, motivó el que un famoso caricaturista, Serafín concretamente, tomase uno de sus episodios y cubriendo todos los diálogos reales de los personajes, los escribiese de nuevo como pudieron haber sido en la realidad. En ellos EL GUERRERO DEL ANTIFAZ y ANA MARIA, en una cueva donde se habían guarecido para pasar la noche huyendo de sus perseguidores, daban rienda suelta a sus sentimientos expresando todo aquello que suelen decir los verdaderos enamorados. Claro que aquello entonces era impublicable y no precisamente por su erotismo, pues, pese a su clandestinidad, había una cierta ética y reparo en las extralimitaciones de aquellos diálogos, auténticamente graciosos. Hoy, aquello, podría publicarse y comparado con lo que se está publicando -obsceno, amoral y desmadrado, para un sentir y pensar-, resultaría tan ñoño e insípido que apenas si podría calificarse con uno de esos rombos televisivos con que se previene a los padres ante el pase de ciertas películas con reparos para ser vistas por los niños.

Aquella represión, indudablemente, nos trajo este desbordamiento de erotismo, sexualidad y libertinaje -que no libertad, pues esta se significa como la facultad de hacer y decir cuanto no se oponga a las buenas costumbres-. Fue aquel reprimir y reprimir, el no poder manifestar con libertad los sentimientos amorosos, la contención de tantas y tantas acciones y palabras, lo que hizo que reventase el dique y que nos sorprendiese a todos la avalancha de los contenidos. Avalancha que rompió el cascarón de la falsa moral con que se nos había envuelto.

El propio Manuel Gago, en su tercera época de EL GUERRERO DEL ANTIFAZ, cuando pudo decir lo que sentía y como lo sentía, puso en boca de sus personajes palabras y sentimientos que antes pudieron hacer sido causa para la suspensión de su obra y que ahora resultaron tan naturales que no sorprendieron a nadie.

J. Soriano Izquierdo para el número 54 de la colección HOMENAJE A MANUEL GAGO.



EL GUERRERO DEL ANTIFAZ

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