EL GUERRERO DEL ANTIFAZ

L A    T R A N S I C I O N

El Guerrero del Antifaz entre moros y cristianos

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En marzo de 1981 apareció el primer ejemplar de la colección "El guerrero del Antifaz" en tomos que contenían entre cinco y siete aventuras empezando lógicamente por el número uno. Se trata de la colección "Homenaje a Manuel Gago" y en varios de los ejemplares la Editorial Valenciana publicó en las contraportadas artículos acerca de este artista.

La transición

EL GUERRERO DEL ANTIFAZ, que empezó a publicarse en octubre de 1944, en pleno régimen autocrático y sufrió durante tres décadas los embates de la censura pasó, de un sistema privativo a otro de sorprendente libertad en el que se autorizaba la creación de partidos políticos y que las revistas gráficas mostrasen generosamente las anatomías de casi todas las mujeres famosas de la escena, el cine y la televisión.

Y Gago, que hasta entonces había luchado lo indecible para que se enterasen sus lectores de los verdaderos sentimientos de sus personajes, un poco dispensado seguramente, por aquella Junta Asesora de Publicaciones Infantiles que, conseguido su objetivo -Imagino- de figurar en la nómina del Ministerio, dejó la vigilancia de las publicaciones el temor de los propios editores, guionistas y dibujantes. Gago, que pudo gozar de toda la libertad que había deseado, se encontró sometido y condicionado por las características especiales de sus personajes y por el discurrir histórico de su trama argumental, la que había urdido y de la que no podía librarse.

La historia, las historias de tantos y tantos personajes encadenados a la del propio GUERRERO DEL ANTIFAZ, la época en que todo transcurría, las costumbres, los modos, repelían todos los intentos de apertura a aquella libertad que, como el viento, se había metido por las puertas, balcones y ventanas de todas las casas del país.

Ya podía escribir las palabras que quisiera, manifestar los sentimientos amorosos de sus personajes e incluso plasmar las escenas terroríficas que quisiera, pero ya nada más podía hacer. Seguía pensando y dibujando para la juventud y no podía hacer más de lo que había hecho. Y, lo que podía hacerse, su moral se lo impedía.

Pero sí que el lector puede hallar a través de esta obra de Manuel Gago, si se decide a analizarla detenidamente, los indicios de las dos Españas.

Mas no trate de hallar escenas morbosas ni recreaciones sádicas que el concepto de libertad rechaza. Gago siguió haciendo su Guerrero como cuando lo empezó, sin querer enterarse, quizá, ni de los impedimentos que le pusieron ni de la libertad que le ofrecían. Siguió haciéndolo como un ser real, humano, fuerte, audaz, sentimental, valiente, abnegado, justo, vigoroso y amante, que vivía en la historia de su historia. Y, como él, ana María y los personajes que les rodean. Pero si hasta entonces apenas si pudieron balbucear sus sentimientos amorosos, ahora ya podían manifestarlos con todas las fuerzas.

Cuando Gago puede significar sin temor algunos los sentimientos de sus personajes, éstos adquieren este aspecto humano que les faltaba. Si, en el condicionamiento de aquel sistema, sólo les era permitido manifestar y gritar su odio, ahora ya podían expresar sus amores. Se enamoran, se desean e incluso aflora, en algunos personajes, como en los seres reales, el deseo incontenible por el hombre o la mujer que se desean. Sólo la libertad permitió que los personajes creados por Manuel Gago sintiesen el amor como los de carne y hueso.

Y es en este aspecto, precisamente, donde el lector puede encontrar aquellos indicios que diferencian las dos etapas.

J. Soriano Izquierdo para el número 96 de la colección HOMENAJE A MANUEL GAGO.



EL GUERRERO DEL ANTIFAZ

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