EL GUERRERO DEL ANTIFAZ

EL GUERRERO DEL ANTIFAZ

El Guerrero del Antifaz entre moros y cristianos

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En marzo de 1981 apareció el primer ejemplar de la colección "El guerrero del Antifaz" en tomos que contenían entre cinco y siete aventuras empezando lógicamente por el número uno. Se trata de la colección "Homenaje a Manuel Gago" y en varios de los ejemplares la Editorial Valenciana publicó en las contraportadas artículos acerca de este artista.

El amor

EL GUERRERO DEL ANTIFAZ empieza a publicarse el 24 de octubre de 1944. Desde entonces hasta el fin de su primera época, que totaliza 668 episodios, aparte de más de setenta aventuras completas e independientes que dibuja para los extraordinarios navideños, está condicionado por las circunstancias de un sistema.

Son aquellos momentos en que, los periódicos y las revistas, si publican dibujos o retratos de mujeres han de retocarlos previamente para evitar los escotes muy abiertos y las faldas muy cortas, cuando las traducciones de las películas convierten a los amantes en primos o hermanos y la palabra “maldito” ha de suprimirse en las bufaradas de tebeos.

Manuel Gago ha de escribir y dibujar EL GUERRERO DEL ANTIFAZ en aquellas condiciones y se atreve a que sus personajes hablen de amor. Cuando sí se confiaba un poco y dibujaba a una mujer combatiendo –en el país de María Pita y Agustina de Aragón- tenía que corregirlo. El papel de la mujer, en la ficción, sólo era permitido como el de sumisas compañeras esperando al guerrero.

Pero Gago fue encontrando los resquicios por donde introducir su argumento. Tomándose pequeñas, pero temerarias libertades, introducía, minimizados, entre porfías y mamporros, los motivos de amor. Y la historia fue interesando más y más y el amor, en ella, descongestionaba y equilibraba la tremenda carga de luchas, batallas y persecuciones. El amor, en la aventura, es como un rayo de luna en la tormentosa noche de la intrigas y las traiciones, que los lectores agradecen. Gago, que prolonga las escenas de las luchas cuanto le era permitido, en aras de un grafismo más emocional, apenas sí se entretenía en las secuencias o insinuaciones amorosas; pero allí quedaban llenando de imaginación a los lectores que en su juventud, seguramente, sentían aquella llamada en sus propios sentimientos.

Lo cierto es que en el cine (recuérdese aquella magnífica película de Summers titulada: “Del rosa al amarillo”), en ciertas charlas radiofónicas, en el humor de los periódicos, en libros y revistas, Ana María y EL GUERRERO, eran mostrados como símbolo de la pareja y el amor.

Fue otra de las grandes virtudes de Manuel Gago. Cedió, sometió sus aventuras hasta el límite posible de las reglas del juego; pero poco a poco, en mínimas porciones, fue ensamblando en su aventura las secuencias amorosas, la vida, motor, impulso, fuerza, inspiración sin la que –y me atrevo a confirmarlo- sus aventuras no habrían obtenido el éxito alcanzado.

Y tenía que ser así porque su ficción se mueve en escenarios reales y sus personajes, si luchan y mueren, tienen que amar, como los seres vivos, para que transmitan la emoción y el sentimiento de sus acciones. Por entonces, cuando Gago dibujaba sus cuadernos, si los estudiosos del comic repasan las series que se publicaban, notaron que, en la gran mayoría de las producidas en España, los protagonistas no tenían novias ni esposas que les preocupasen. Podían tener un perro, un amigo, un criado, pero mujeres... no se atrevían. Pensaban, sin duda, que era la condición del sistema.

Gago no dejó sin compañera a ninguno de sus personajes, desde PURK, EL HOMBRE DE PIEDRA hasta EL PEQUEÑO LUCHADOR, EL TEMERARIO y ELESPADACHIN ENMASCARADO, todos las tuvieron porque debía ser así, porque así es la propia vida.

J. Soriano Izquierdo para el número 4 de la colección HOMENAJE A MANUEL GAGO



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